Cuando el Centro de Estudiantes de Idiomas Modernos de la Universidad Metropolitana me avisó vía Twitter que habían organizado el conversatorio “La influencia del lenguaje como herramienta de integración en el contexto sociopolítico actual de Venezuela” con Laureano Márquez, no lo dudé: por muy ocupada que estuviera, no me lo perdería. Es que la combinación humor + lenguaje + análisis de la situación actual exige dejar todo a un lado —clases, traducciones, diligencias, mercado: todo— para satisfacer una necesidad urgente de estos días: alimentar el intelecto y el espíritu.
Esta vez quizás hubo menos humor y más análisis del lenguaje y la política que lo esperado, pero creo que ninguno de los asistentes salió decepcionado. Laureano nos ofreció sus impresiones sobre el lenguaje en la Venezuela actual: la habilidad del sistema político para construir desde el lenguaje un mundo que realmente no existe y el uso del idioma para agredirnos y excluir al otro, sin importar el bando político.
Además, dio básicamente dos recomendaciones. En primer lugar, invitó a replantearnos el lenguaje, la manera cómo nos referimos al “otro”: los venezolanos somos “nosotros”, un pueblo con diferencias que, por demás, son saludables. En segundo lugar, presentó la diferencia entre dos palabras, maldecir y bendecir, y leyó dos textos para oponer dos realidades muy distintas: la maldición al filósofo neerlandés Baruch de Spinoza al ser expulsado de la comunidad judía y una bendición irlandesa. Comentó que debemos dejar de ser una sociedad maldiciente y tenemos que convertirnos en una sociedad bendicente, que pueda alabar y enaltecer al otro. La clave: como el cambio debe comenzar por uno mismo, debemos comprometernos a cambiar nuestras palabras, hacer un esfuerzo para no usar un lenguaje despectivo, ofensivo ni excluyente.
Hubo intervenciones brillantes de los asistentes. Uno de ellos, profesor de la UCV, nos recordó el poder de la palabra contándonos una anécdota conmovedora de su niñez que me recordó la reflexión de Gabriel García Márquez sobre cómo descubrió el poder de la palabra. Otro puntualizó que el problema es que no manejamos los mismos códigos, por lo que no nos entendemos. Varios expresaron sus preocupaciones, por el énfasis en las palabras con carga negativa o por el efecto de la palabra en los niños. Todos salimos agradecidos con Laureano por alimentar el intelecto y el espíritu.
Patricia Torres
Frases sueltas:
“La principal lucha que tenemos es del intelecto”.
“El lenguaje marca la realidad: el tamaño de la realidad que uno tiene es del tamaño del lenguaje”.
“Las palabras tienen importancia; las palabras tienen alma. Uno es como el lenguaje que utiliza. La vida de uno se parece a la manera en que uno usa las palabras”.Cuando el Centro de Estudiantes de Idiomas Modernos de la Universidad Metropolitana me avisó vía Twitter que habían organizado el conversatorio “La influencia del lenguaje como herramienta de integración en el contexto sociopolítico actual de Venezuela” con Laureano Márquez, no lo dudé: por muy ocupada que estuviera, no me lo perdería. Es que la combinación humor + lenguaje + análisis de la situación actual exige dejar todo a un lado —clases, traducciones, diligencias, mercado: todo— para satisfacer una necesidad urgente de estos días: alimentar el intelecto y el espíritu.
Esta vez quizás hubo menos humor y más análisis del lenguaje y la política que lo esperado, pero creo que ninguno de los asistentes salió decepcionado. Laureano nos ofreció sus impresiones sobre el lenguaje en la Venezuela actual: la habilidad del sistema político para construir desde el lenguaje un mundo que realmente no existe y el uso del idioma para agredirnos y excluir al otro, sin importar el bando político.
Además, dio básicamente dos recomendaciones. En primer lugar, invitó a replantearnos el lenguaje, la manera cómo nos referimos al “otro”: los venezolanos somos “nosotros”, un pueblo con diferencias que, por demás, son saludables. En segundo lugar, presentó la diferencia entre dos palabras, maldecir y bendecir, y leyó dos textos para oponer dos realidades muy distintas: la maldición al filósofo neerlandés Baruch de Spinoza al ser expulsado de la comunidad judía y una bendición irlandesa. Comentó que debemos dejar de ser una sociedad maldiciente y tenemos que convertirnos en una sociedad bendicente, que pueda alabar y enaltecer al otro. La clave: como el cambio debe comenzar por uno mismo, debemos comprometernos a cambiar nuestras palabras, hacer un esfuerzo para no usar un lenguaje despectivo, ofensivo ni excluyente.
Hubo intervenciones brillantes de los asistentes. Uno de ellos, profesor de la UCV, nos recordó el poder de la palabra contándonos una anécdota conmovedora de su niñez que me recordó la reflexión de Gabriel García Márquez sobre cómo descubrió el poder de la palabra. Otro puntualizó que el problema es que no manejamos los mismos códigos, por lo que no nos entendemos. Varios expresaron sus preocupaciones, por el énfasis en las palabras con carga negativa o por el efecto de la palabra en los niños. Todos salimos agradecidos con Laureano por alimentar el intelecto y el espíritu.
Patricia Torres
Frases sueltas:
“La principal lucha que tenemos es del intelecto”.
“El lenguaje marca la realidad: el tamaño de la realidad que uno tiene es del tamaño del lenguaje”.
“Las palabras tienen importancia; las palabras tienen alma. Uno es como el lenguaje que utiliza. La vida de uno se parece a la manera en que uno usa las palabras”.
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