Por Fernando Gaetano Tirro y Mariana Moya Oliveros
Algunas personas consideran la lengua italiana como un museo, en especial cuando llega el Mes de la Lengua Italiana, momento en el que se «visita» y «admira» a las grandes figuras italianas de la literatura como Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Francesco Petrarca. Para otras personas, la lengua italiana representa a pensadores y escritores que definen muchas tendencias ideológicas del mundo actual. Sin embargo, en este mundo interconectado y de información inmediata, si hacemos la comparación con otros idiomas, el italiano se sigue considerando un idioma para «admirar», probablemente condenado a acompañar al latín en los aposentos de la memoria humana universal.
Justamente en ello radica la fascinación por Italia. Creemos admirar y sentirnos extasiados solo por los grandes escritores de la literatura italiana. No obstante, en la actualidad Italia sigue ofreciéndonos extraordinarios escritores que nos maravillan tanto o más que los grandes de la literatura. En 2021, celebramos el séptimo centenario del fallecimiento de Dante Alighieri y este año celebraremos el primer centenario del nacimiento del gran escritor Italo Calvino, quien en la cúspide de su carrera esbozó una frase lapidaria: «Volvamos a los clásicos». Así es Italia, su lengua y su cultura: vive el presente mientras lee y retorna a los clásicos para poder soñar con el futuro.
El siciliano Luigi Pirandello, cuyos personajes delinearon en gran parte la sociedad actual, expresó: «La literatura es una parte de la filosofía». Tomemos como ejemplo su libro El difunto Matías Pascal, en el que prácticamente describe la doble vida que muchas personas tienen en la vida real. Una crítica válida hoy en día para la vida virtual de mucha gente en la era digital.
Ahora bien, cuando se consideraba que Sicilia era famosa únicamente por sus dulces, Pirandello y la mafia, nos deslumbra el gran escritor Andrea Camilleri, no solo en el idioma italiano, sino también en dialecto siciliano. Camilleri logró su primer éxito editorial a los 67 años y cautivó a Italia con El comisario Montalbano, convirtiéndolo prácticamente en un héroe nacional con libros de una escritura muy inteligente y tramas verdaderamente fascinantes.
Además de otras innumerables virtudes en sus obras y su escritura, Camilleri destacaba por exhortar en sus entrevistas a abordar un aspecto que le preocupaba muchísimo y del que ni siquiera los mismos italianos son conscientes: «la defensa del idioma italiano».
Camilleri afirma en diversas entrevistas que otros países no consideran al italiano como un idioma actualizado. Y es que el idioma está sufriendo un proceso de regresión, producto de la indiferencia de los mismos italianos, quienes acuñan o adaptan términos extranjeros, sobre todo del inglés, en su cotidianidad. Actualmente, la adaptación de términos se debe en gran parte a la influencia de las redes sociales, que han dado lugar a neologismos como bannare, googlare o whatsappare. Para Camilleri, los idiomas mueren cuando sus hablantes no solo los desconocen, sino que además prefieren usar terminología de otros idiomas sin enriquecer su propio vocabulario. El autor nos recuerda que los dialectos alimentan las raíces del árbol del idioma: cada palabra nueva y autóctona se convierte en la savia que nutre a ese árbol principal; pero si en ese terreno solo encuentra palabras extranjeras, poco a poco, dentro de unas décadas, el árbol morirá. Cuando hoy en día se habla de inteligencia artificial, automatismos y lectura funcional, Camilleri nos recuerda en sus libros la importancia no solo de leer, sino de ser capaces de entender, porque la cultura, además de abarcar la literatura y las bellas artes, se nutre de un conglomerado de actividades y pensamientos que definen al ser humano y su manera de entender la realidad que lo circunda. Esto es muy esperanzador ante los riesgos que representa la inteligencia artificial, pero únicamente si tenemos la capacidad de seguir cultivando nuestra inteligencia humana, sobre todo si pensamos en las generaciones venideras.
Fernando Tirro y Mariana Moya son traductores y miembros de Conalti.
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