por Isabel Sacco
Hace unos meses leí un artículo de Janis Palma publicado en la web de la National Association of Judiciary Interpreters and Translators (NAJIT) titulado When Your “Check Interpreter” Becomes Your “Team Interpreter” que me hizo reflexionar sobre la importancia de ser profesional y la imperiosa necesidad de rodearse de personas profesionales, que además conozcan tu trabajo y compartan tu ética profesional.
Del individualismo a la colaboración virtual
Soy traductora independiente —mis «compañeros de oficina» son los pajaritos, una de las bondades de vivir en el trópico—. Esto me ha hecho buscar y crear comunidad para disipar dudas terminológicas, de trámites o de procedimientos. Unirme a listas de correo y chats profesionales de la traducción y de la lengua me ha permitido ir forjando relaciones de colaboración. Se entra con cautela, se observa la dinámica del grupo y se trata de seguirla. En algunos grupos, me limito a leer y a aprender. En otros, colaboro en lo que puedo, y también aprendo —de los aportes de los demás y de lo que aprendo yo cuando investigo para corroborar lo que creo que sé—.
No lo sabemos todo, no somos un diccionario ambulante, la lengua es viva y varía de una región a otra, y la IA hace que cada día más dude de lo que leo en internet: ¿la fuente es confiable? ¿hay una letra pequeña que de tan pequeñita no se ve? Lo dice Google: AI responses may include mistakes.
El valor incalculable del diálogo profesional
De estas colaboraciones virtuales valoro las discusiones que se dan sobre las mejores soluciones o las más adecuadas según el contexto. Las pistas que se aportan para llegar a fuentes confiables que ayuden a encontrar equivalentes o soluciones. Las experiencias compartidas de casos parecidos, cómo se solucionaron dudas que parecían no tener respuesta, son oro puro. Cuando algo es nuevo o inexistente en la cultura meta, ¿cómo expresarlo para que se entienda? ¿se mantiene el registro? ¿se corrige?
Lecciones aprendidas
De esta colaboración, he aprendido a abrirme a otros puntos de vista y a cuestionarme; a desaprender y reaprender; a confiar en mi intuición cuando un término o frase compleja sigue generando dudas; a investigar más después de entregar una traducción, cuando el plazo no me permitió dar con una solución con la que estuviera satisfecha al ciento por ciento. Forjamos alianzas con quienes comparten nuestra filosofía y ética de trabajo.
En nuestra profesión, la colaboración nos hace mejores traductores e intérpretes. Si he aprendido algo esencial es que el ego es el peor enemigo.
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