Los años —o, mejor dicho, la edad— nos dan la sabiduría que quisiéramos haber tenido en el pasado.
Cuando rememoramos situaciones, muchas veces nos decimos: «Ahora lo hubiese hecho distinto»; «Ojalá hubiese respondido de otra forma»; «Cómo hubiese querido…».
Empiezo yo con algunos consejos profesionales —escribo «yo» porque aún no contamos con una Samantha para generar contenido—.
1. Arriésgate, siempre
Haz la llamada, envía el correo, preséntate a esa agencia, al colega.
Lo peor que puede pasar es que nos digan que no, que no nos respondan, en ese momento. Lo importante es atreverse a tocar puertas.
Piensa en formas creativas de hacerlo, de dejar una buena impresión y destacar de entre la multitud. Usa lenguaje claro; lenguaje inclusivo.
Averigua el nombre de la persona con quien te comunicarás y personaliza tu mensaje. A ti tampoco te gusta recibir un correo masivo. De hecho, los odias y van directo a la papelera.
2. Valórate, en todo momento
Valora tu trabajo, tu tiempo, tus conocimientos, a tus colegas.
Aceptar tarifas irrisorias y condiciones de trabajo desfavorables no te hará bien, nunca.
Creer que «cuando me conozcan todo cambiará» es una fantasía de la que despertaremos más temprano que tarde, y no como Blanca Nieves, con un beso.
3. Sé honesta, en todo momento
Jamás mientas en cuanto a tus capacidades, servicios, estudios, acreditaciones.
La sinceridad y el profesionalismo se agradecen. Es preferible rechazar un encargo y decir por qué a quedar mal y dañar tu nombre para siempre.
Las mentiras tienen patas cortas. Se necesitan muchos años para construir una reputación y unos pocos minutos para arruinarla.
4. Invierte en ti, sin dudarlo
Los tiempos cambian, la tecnología avanza, las lenguas evolucionan, y yo debo tratar de evolucionar también.
Sigue aprendiendo —existen muchas opciones, inclusive gratuitas, para continuar nuestro desarrollo y aprender habilidades—.
Suscríbete a pódcast, lee —de todo, no te limites a tus áreas de trabajo—, aprende y prueba aplicaciones y herramientas nuevas. No le tengas miedo a lo desconocido ni al cambio.
Aprovecha los tiempos de inactividad para invertir en ti: actualiza tu bío de LinkedIn y demás redes profesionales; actualiza glosarios; actualiza programas y componentes en tu computadora y haz limpieza; «juega» con esa aplicación que tienes guardada en «cuando tenga tiempo».
5. Nunca es tarde para tejer una red de personas vitamina
La traducción puede ser un oficio solitario; además, los días inactivos o el fantasmeo de clientes puede hacer mella en nuestra salud mental.
Nunca dejes de compartir con colegas, bien sea en redes, en listas de correo, en chats, en persooooooonaaaaaaa. Intercambia conocimientos, experiencias, consejos o prácticas que te hayan ayudado. Te darás cuenta de que no estás sola y de que nuestra comunidad es lo máximo.
Afianza tu círculo de amistades, de esas con las que puedas desahogarte, que estén pendiente de ti y te den la mano, a quienes puedas pedirles que lean algo y te den su opinión sincera.
6. Currículum, tenlo actualizado
Da pereza, ciertamente, tener el currículum actualizado —incluir lo importante, que sea conciso—, es una tarea que pospones, tanto como la alarma en las mañanas.
Vale la pena tenerlo al día; lo necesitarás cuando menos lo esperes, y Mercurio estará retro para hacértelo más difícil.
Aprender redacción creativa (copywriting) podría ayudarte a «venderte» mejor y redactar currículums —sí, en plural— adaptados a cada empresa o tipo de cliente meta.
7. Trátate bonito y cuídate, como decía mi mamá: «Ya no soy un “spring chicken”»
Pasamos muchas horas sentados, y ya sabemos cómo afecta nuestra salud.
Ponte alarmas para levantarse y moverte un poco, estirar todo el cuerpo. Aquí en nuestra web publicamos varios ejercicios de estiramiento.
Trata de pasar tiempo en la naturaleza, que la luz que te llega sea natural.
Come sano. Por experiencia sé que cuando los tiempos de entrega son cortos no comemos o ingerimos comida poco saludable, además de las grandes dosis de cafeína.
Duerme. Está demostrado científicamente que el cuerpo necesita dormir para realizar todas sus funciones reparadoras. Y ya no somos un «spring chicken».
¿Qué consejo de madre te darías tú ahora?
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