La mayoría de las personas que nos dedicamos a la traducción o interpretación trabajamos por cuenta propia y nuestro activo más preciado es nuestro cerebro —no tenemos vacaciones ni días de reposo remunerados, como tampoco derecho a una pensión por años de trabajo ni por discapacidad—, por lo que deberíamos hacer todo lo posible por cuidarlo y «alimentarlo».
Estudios científicos han demostrado y siguen demostrando que la corteza prefrontal —capacidad para cambiar y centrar la atención, personalidad y toma de decisiones— y el hipocampo —memoria a largo plazo, formación y retención de nuevos recuerdos de hechos y eventos a largo plazo, memoria espacial— son clave en el desarrollo de la demencia y de enfermedades neurodegenerativas asociadas a esta, como alzhéimer.
¿Qué podemos hacer para mantener nuestro cerebro sano y mejorar su plasticidad para tratar de evitar o retardar el deterioro cognitivo?
Ejercicio
El ejercicio físico (aeróbico) regular —cualquiera que haga aumentar nuestras pulsaciones— no solo mejora nuestro estado de ánimo, sino también la concentración, la atención y la memoria y potencia la función de la corteza prefrontal (genera nuevas sinapsis). Cuando hacemos ejercicio, además de secretar endorfinas o serotonina, también secretamos factores de crecimiento que ayudan al desarrollo de nuevas células en el hipocampo. Puede ser tan sencillo como caminar (intensamente) durante 10 minutos cada día; mientras más temprano en nuestra vida hagamos ejercicio, mejores probabilidades tendremos de evitar o retrasar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.
Sueño
Dormir es esencial para tener una buena salud, cerebral y general, inclusive de nuestra microbiota. No podemos funcionar correctamente cuando nos privamos del sueño durante demasiadas horas seguidas. Mientras dormimos (sueño regular y de calidad), la actividad en el hipocampo ayuda a consolidar los recuerdos que se formaron durante el día.
Además, durante el sueño, el líquido cefalorraquídeo que fluye por nuestro cerebro elimina los desechos metabólicos (producto de procesos celulares) haciendo una «limpieza» de nuestro cerebro.
Aprender algo
Estudiar y aprender cosas nuevas ayuda a nuestro cerebro a crecer —es lo que se conoce como neuroplasticidad o capacidad del cerebro de crecer o reducirse dependiendo de si se «alimenta» o no—. Podemos aprendernos el nombre de quien nos atiende en un café, el vocabulario sobre cierto tema, las vías alternas para ir al supermercado o números de teléfono. ¿Con tanta tecnología quién sabe de memoria los números de teléfono de personas a las que llama con frecuencia?
Relaciones o intercambios interpersonales
Compartir con otras personas cara a cara —incluso conversar durante uno o dos minutos con quien nos sirva el café en una barra, con el personal de una tienda o con quien nos crucemos en el parque— tiene efectos positivos sobre la salud, ya que genera sinapsis que estimulan la capacidad neuronal.
Meditación y conciencia plena
A largo plazo, meditar regularmente tiene efectos positivos sobre nuestra salud: puede modificar los circuitos cerebrales (fortalecer las conexiones neuronales) y aumentar el volumen y la densidad del hipocampo.
Estar a solas con nuestros pensamientos y aprender a respirar (por la nariz) es una práctica que puede ayudarnos a ser más creativos y a estimular nuestra mente, pues aumenta la neuroplasticidad (hipocampo). Algunas personas meditan mientras trotan o nadan; otras, mientras realizan una actividad que exija concentración.
Dieta saludable
Alimentación balanceada, preferiblemente una dieta mediterránea: verduras y frutas naturales, granos, frutos secos, pescado, bajo consumo de carnes rojas; evitar alimentos procesados y con azúcar refinada. Este tipo de dieta ayuda a reducir la inflamación y el estrés oxidativo y protege al cerebro de las proteínas tau y beta amiloide (regulan la transmisión sináptica en el hipocampo), disminuyendo así el riesgo de deterioro cognitivo.
Nunca es tarde para empezar a cuidar nuestro cerebro.
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