El pensamiento crítico

Imagen de Pexels en Pixabay

Según el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial, una persona necesita diez habilidades para prosperar: pensamiento analítico; pensamiento creativo; resiliencia, flexibilidad y agilidad; motivación y autoconocimiento; curiosidad y aprendizaje continuo; conocimientos tecnológicos; fiabilidad y atención al detalle; empatía y escucha activa; liderazgo e influencia social; y control de calidad.

Los empresarios encuestados coincidieron en que las competencias cognitivas son y seguirán siendo las más importantes, adquiriendo el pensamiento creativo más relevancia que el analítico, algo que, hasta ahora, solo las personas pueden hacer. Les siguen la competencia tecnológica (inteligencia artificial (IA) y macrodatos), la curiosidad y el aprendizaje continuo.

Me llama poderosamente la atención que en dicho informe y encuesta no se incluya el pensamiento crítico: capacidad de analizar y cuestionar de manera objetiva y reflexiva información; discernir entre opiniones y hechos; contrastar fuentes, todo ello impulsado por la curiosidad y la lógica, esencial en la toma de decisiones informadas y en la resolución de problemas complejos.

Sócrates creía en la importancia de la reflexión crítica para alcanzar la sabiduría —hacerse o hacer preguntas inquisitivas que hagan reflexionar para identificar contradicciones y obtener conocimientos, además de reconocer que no lo sabemos todo—. Para Francis Bacon, «el pensamiento crítico es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden…». Por su parte, en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, Immanuel Kant profesó: «Sapere Aude. Ten el valor de servirte de tu propia razón», popularizando la expresión latina acuñada por Horacio.

Traigo esto a colación porque he visto, con preocupación, que en distintos foros de profesionales de la traducción han respondido dudas terminológicas con información aportada por la IA, y quienes han planteado la duda la han dado por cierta sin verificación alguna. Quizá sea la necesidad de obtener una pronta respuesta porque el tiempo apremia y, por qué no, se supone que estos modelos macrolingüísticos se alimentan de información «confiable». Sin embargo, sabemos que muchas veces inventan o alucinan.

También he leído en redes el desasosiego generado en profesoras y profesores de traducción que su alumnado esté confiando ciegamente en la inteligencia artificial para realizar todo tipo de trabajo académico e, incluso, confiar en ella su tesis de grado, y pareciera no importarles presentar algo que si quiera han revisado. ¿Cómo piensan consagrarse en un oficio que exige curiosidad, mente crítica, conocimientos varios y aprender de errores propios? ¿Cómo se les puede inculcar la necesidad de pensar por sí mismos y tener conciencia crítica?

Adquiramos el hábito de darle importancia a la fuente, a los detalles y matices; estimulemos la curiosidad; indaguemos concienzudamente; preguntémonos qué estamos dando por sentado; contrastemos fuentes y puntos de vista. En resumen, tengamos el hábito de pensar y usar la razón. Cierro con esta frase de Simon Sinek: «Soy más sabio porque yo lo hice».

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion