Quéjate de las malas traducciones e interpretaciones; sí, de esas que cuando las lees o escuchas exclamas: ¡Quiééééén habla así?
¿Nos estaremos acostumbrando a la degradación del idioma? Cada vez es más frecuente leer en prensa textos sin sentido —traducciones literales, malas, falsos cognados, pésima redacción— que, algunas veces, podemos descifrar con un poco de ingenio. También se está haciendo hábito pedirle el «favor» a una persona bilingüe fungir de intérprete, bien sea en entrevistas en eventos deportivos o culturales, con pobres resultados.
Quienes «consumimos» traducciones (la mayoría de las personas en este planeta) deberíamos no solo levantar las dos cejas cuando nos topemos con esperpentos como:
«Arredondear para una casa decimal»;
«Página de aterrizaje»; o
«…la presión estándar si utilizado un rollo duplo en el dinamómetro».
Sino también expresar al organismo, institución, empresa o persona nuestro malestar por ofendernos con textos o interpretaciones sin sentido, que destruyen nuestro idioma. Y digo «ofendernos» porque con tal chapuza demuestran que les importa poco o nada las personas a quienes ofrecen sus servicios.
Cuando tenemos un problema de salud acudimos a médico de verdad. Cuando tenemos un problema en casa o con el auto llamamos a alguien calificado para que lo repare. Cuando queremos una torta para una ocasión especial llamamos a alguien que sepa de repostería. Exijamos, entonces, calidad también en traducciones e interpretaciones.
¿Te has quejado alguna vez con un periódico o plataforma de streaming por una mala traducción, o con los organizadores de evento por una pobre interpretación?
No te conformes con chapuzas.
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