Dicen que la única constante es el cambio…
Hace 43 años trabajábamos con Olivetti, Royal o Brother. Si te equivocabas tipeando debías sacar la hoja y empezar de nuevo —el típex dejaba un manchón desprolijo—. Tiempo después, con las electrónicas podías hacer correcciones inmediatas.
Nuestras fuentes de consulta eran impresas: debías ir a bibliotecas, o a librerías a comprar diccionarios. También podías llamar a amigos para dilucidar dudas, pero solo en un «horario decente» —no existían los celulares ni sistemas de mensajería instantánea—. El «correo electrónico» era el fax.
Luego se inventó la computadora de escritorio, y, unos años después, la portátil. Un mundo nuevo se nos abrió, no solo con estas máquinas, sino también con internet. Comenzamos a tener información y conocimientos en la «punta de los dedos». Podíamos trabajar fuera de casa o la oficina.
Comenzaron a aparecer programas informáticos que nos permitieron sacarle más horas a los días, ser más eficientes. Llegaron las herramientas de traducción, y pensamos que nuestros días estaban contados: nos reemplazaría la tecnología. Aquí seguimos.
Disponemos, ahora, de innumerables fuentes de consulta en tiempo real, incluso personas de carne y hueso que —desde la distancia y gracias a aplicaciones informáticas— nos ayudan a dilucidar caligrafía, términos, referencias culturales o uso de herramientas.
Recientemente, la IA ha causado otro revuelo tecnológico en nuestra profesión: ¿nos reemplazará esta tecnología? No lo creemos; no en el futuro próximo.
Esperamos estar por aquí muchos años más para ver cómo sigue evolucionando nuestra profesión —adaptarnos a los cambios— y cómo seguimos aprendiendo y compartiendo conocimientos gracias a nuestro arte.
Dicen que la única constante es el cambio, pero lo que no ha cambiado en estos 43 años de CONALTI© es nuestro amor por este oficio y nuestras ganas de aprender cosas nuevas y compartirlas.
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