Una de las reivindicaciones que buscamos como profesionales de la traducción es que se nos se reconozca nuestra autoría, cuando corresponda. Sobre este reconocimiento en el mundo editorial, Juan Gabriel López Guix publicó el artículo «Encubiertos o en cubiertas» en El Trujamán (2024), que recomiendo leer.
Que se reivindique la autoría de traductoras y traductores no es cuestión de ego, sino de reconocimiento por un «trabajo leal y silencioso, al que muchas veces no se presta la suficiente atención» (Irene Vallejo, 2023, Universidad Pública de Navarra (España)). Un arte que exige atención al detalle, cuidado de la lengua o ser fiel al sentimiento que quien escribe desea transmitir.
En 2021, con motivo del Día Internacional de la Traducción, la traductora y escritora Jennifer Croft —su traducción de Vuelos, de Olga Tokarczuk, ganó el Premio Internacional Man Booker en 2018— y el escritor e ilustrador inglés Mark Haddon lanzaron la campaña #TranslatorsOnTheCover: un llamado a escritoras y escritores para que se comprometieran a solicitar a sus editoriales que aparezca en la cubierta de sus libros el nombre de las personas que traduzcan sus obras. En palabras de Mark Haddon: «Es la forma más sencilla y fácil de que los autores traten a quienes les traducen con la gratitud y el respeto que se merecen». La iniciativa incluía una carta abierta, que a la fecha han firmado 2 750 personas y aún se puede firmar.
La premisa de que lo que vende es el autor original y no quien traduce es debatible; es gracias a traductoras y traductores que tenemos la posibilidad de pasear por los mundos de otras personas, conocer distintas culturas, dar rienda suelta a nuestra imaginación, ser otras personas. Lo afirmó Haruki Murakami en su libro De qué hablo cuando hablo de escribir (2015): «Uno de los factores decisivos que me permitieron hacerme un hueco en los países occidentales fue, creo, trabajar con traductores excelentes. […] Para un escritor que pretenda abrirse camino en el extranjero, los traductores son sus más importantes compañeros y aliados.» ¿Sería ampliamente conocida la obra de Murakami o habría ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023 si no fuera por sus «compañeros y aliados»?
No solo quienes se dedican a la traducción editorial, sino también a la traducción audiovisual (guiones, doblaje, subtitulaje), cómics, manga, historietas o poesía merecen que se les reconozca su autoría.
Precisamente en junio de 2023 la traductora de origen chino Yilin Wang llamó la atención sobre el uso no autorizado de varias de sus traducciones de poemas de Qiu Jin por el Museo Británico (Londres). En la exposición El siglo oculto de China, el museo cometió el «error involuntario» de utilizar varios extractos de traducciones de Yilin Wang en las descripciones de los paneles, en la transcripción de una audioguía y en el catálogo impreso de la exposición sin acreditar su autoría, sin su consentimiento y sin retribución alguna. Este caso sentó un importante precedente para traductoras y traductores en el ámbito cultural.
El Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas (enmendado el 28 de septiembre de 1979) establece en el parágrafo 3 de su Artículo 2 | Obras protegidas:
«Estarán protegidas como obras originales, sin perjuicio de los derechos del autor de la obra original, las traducciones, adaptaciones, arreglos musicales y demás transformaciones de una obra literaria o artística.»
Y el parágrafo 5 de su Artículo III | Limitaciones del derecho de reproducción expresa:
«No se concederá en virtud del presente artículo una licencia para reproducir y publicar una traducción de una obra, en los casos que se indican a continuación:
(i) cuando la traducción de que se trate no haya sido publicada por el titular del derecho de autor o con su autorización; […]».
A raíz del «error involuntario» del Museo Británico, la Federación Internacional de Traductores (FIT) se comunicó con el Institute of Translation and Interpreting (ITI) —asociación profesional independiente con sede en el Reino Unido que agrupa a traductores, intérpretes y demás profesionales del sector de los servicios lingüísticos— y trabajaron conjuntamente en la redacción de las Pautas sobre el uso de traducciones para museos, galerías e instituciones culturales.
Tenemos el poder de unirnos y velar por que se reconozca nuestro trabajo y se nos nombre en la cubierta, en la portada o en los créditos, dejar de ser invisibles. Quizás así logremos también unas tarifas mínimas rentables y acordes con nuestra labor y consigamos acabar con la precariedad en el sector.
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